En la década de los 90, años después del fatídico accidente de Chernóbil, los científicos descubrieron la gran cantidad de hongos que pudieron proliferar en la zona a pesar de la radiación. Así es como pudimos entender mejor cómo algunos hongos pueden crecer por «radiosíntesis» en vez de fotosíntesis. Si absorben radiación para crecer, ¿significa que también protegen de la radiación? Una nueva investigación realizada en la ISS ha demostrado que efectivamente así es, lo que puede convertirlos en un candidato ideal para protegernos en tierra y en el espacio.

El espacio es un lugar nocivo para el ser humano, puesto que la atmósfera y campo magnético terrestre nos protegen de diferentes radiaciones a las que nuestro planeta está continuamente expuesto. Los trajes y diferentes capas de protección en las naves han permitido lidiar con ello, aunque como siempre todo es susceptible de mejora y en ello la naturaleza nos da una nueva clase magistral. ¿Y si para ello cultivamos un hong “que se alimente de esa radiación, que creíamos incompatible con la vida?.

En una investigación publicada en bioRxiv y pendiente de revisión, se detalla cómo una serie de experimentos en la Estación Espacial Internacional con este hongo ha permitido probar su efectividad contra la radiación. Los investigadores cultivaron el hongo Cladosporium sphaerospermum en una placa de Petri en la ISS para ver cómo se desarrolla gracias a la radiación y, sobre todo, cuánta es capaz de absorber.

Cladosporium sphaerospermum crece especialmente en entornos radiactivos, como las piscinas de enfriamiento de la planta nuclear de Chernóbil, donde los niveles de radiación son significativamente más altos que en entornos normales. El organismo es capaz de convertir la energía radiactiva en energía química gracias a los pigmentos de melanina de sus paredes celulares. Al mismo tiempo, esta melanina le permite protegerse de los efectos nocivos de la radiación.

 

Evolución de la placa de Petri y el crecimiento del hongo en el espacio durante las primeras 48 horas. Vía bioRxiv.

En las pruebas realizadas se dividió una placa de Petri por la mitad con un lado vacío y el otro repleto del hongo. Durante 30 días se estudió el crecimiento del hongo y se midió la radiación presente cada 110 segundos con un contador Geiger. Según los resultados, el hongo se adaptó a la microgravedad sin problemas y no tuvo problemas con la radiación entrante. Con una capa de grosor de 1,7 milímetros de hongo, fue capaz de bloquear entre el 1.82% a 5.04% de la radiación. Calculan que con un grosor de unos 21 centímetros la capa de hongo podría servir de «escudo radiactivo».

La principal ventaja del hongo respecto a otros materiales como escudo radiactivo

Su facilidad de transporte. Así de simple. La gran dificultad para crear un asentamiento en el espacio es la cantidad de materiales que hay que transportar, por eso se busca siempre alternativas ya disponibles en el lugar como por ejemplo rocas en Marte. Para crear este escudo protector de la radiación en un asentamiento en el espacio simplemente habría que transportar una pequeña muestra y hacerlo crecer ahí directamente. Indican que es un sustrato autosuficiente y autorreplicante capaz de vivir incluso de las dosis más pequeñas de radiación y biomasa.

De momento hay que realizar más pruebas y esta investigación debe ser comprobada por pares, pero los resultados son prometedores. Su facilidad de transporte y mantenimiento lo colocan como un candidato ideal para crear esos escudos contra la radiación.

 

Fuente Xataka